Ajena

Bajo el manto de estrellas, en sus ojos negros como el universo mismo, con el intenso calor de sol que salía de su pecho, la abrasé para fundirnos.

Ni el durazno más fresco, ni la fruta prohibida hubieran bastado para saciar mi hambre como lo hicieron sus besos.

Y agradecí que no fuera creada de mi costilla. Ni a su semejanza. De la de ningún otro. Ni para mí. Ella de ella, de la idea que le pertenecía y al sudor de su frente.

Bendita impertinencia que le dio gusto a incorrecto y sabía a victoria. Porque su corazón encajó perfecto en el hueco derecho que reserve en mi pecho, sin saber que lo ocuparía.

Voy a callarte

Voy a callarte,
con una caricia o con la muerte,
o con una caricia que nos lleve a la muerte.
Ocultaré con mi mano la luz que te encandila, para enmudecer lo que gritan tus ojos,
para que no leas lo que suplican los míos,
hasta sentirnos.

Voy a callarte,
con un abrazo o con la muerte,
o con un abrazo que nos lleve a la muerte.
Rodearé con mis brazos tu sinuosa cintura, para que no caigas,
para sostenerme.
Tu vientre contra el mío,
hasta fundirnos.

Voy a callarte,
con un beso o con la muerte,
o con un beso que nos lleve a la muerte.
Te besaré hasta arrancar de nuestras entrañas el aire,
Para latir al compas.
Tu boca en la mía, hasta que se desprenda el alma,
O hasta colapsar.

Con C

Sobre tu vientre escribiría un poema
Con un suspiro cálido.
Con mis manos temblorosas ante tanto arte y sin saber qué hacer.
Yo, que soy tan chapucero, de solo pensarte entre mis brazos
se acallan todos los demonios que gritan en mi cabeza.

Cosa bonita su ser, tu sonrisa,
la cintura donde sin duda amarraría mi barco pirata, por siempre
aunque fuera por un suspiro cálido
con ese, con el que escribiría un poema sobre tu vientre.

Con A
Londres 0625

Está sensación de adrenalina, del pulso que golpea la sien, de la respiración corta, de la piel que recubre la frente moviéndose por voluntad propia.

La incertidumbre y la confianza mirándose fijamente a los ojos mientras calculan los movimientos. Ser testigo del duelo y apostar el corazón en la partida.

Las rodillas brindan entre ellas, los muslos contraídos, las cuevas que gotean. Respiro.

Cuánto más profundo podrá entrar el aire cuando el estómago enmarañado se empecina en quitarle espacio al acordeón para que entone la quinta sinfonía.

Con J

Salgamos a jugar, mientras el viento sople para que apague el rubor. Para que podamos volar. Para escuchar las hojas cantar.
Salgamos a jugar, mientras tengamos alas, antes de que nos callen la risa. Para que llenemos el silencio entre tanta gente sin boca y devolvamos la vida a la calles.
Salgamos a jugar, mientras la tierra aguante nuestro peso. Para que tiemble el asfalto y levantar polvareda.
Salgamos a jugar, mientras el lobo duerme siesta. Para que Caperucita se una a la ronda.
Salgamos a jugar, mientras las rayas sigan pintadas en la vereda antes que la lluvia borre el cielo.
Salgamos a jugar, mientras las cinco rocas sean gratis y no se penalice el lanzarlas.
Salgamos a jugar, mientras el cuchillo no pinche el balón, ni el alfiler los sueños.