Puertas dentro

CUENTOS

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Yo podría haber sido maestra especial. No. Asistente social. Tampoco. ¿Cómo se llama esa carrera que integra a los que son diferentes? Integradora, eso, integradora.

No entiendo como la gente no se da cuenta de la importancia de la inclusión, si ya cuando estaba en primer grado lo ayudaba a Adrian para que la maestra le pudiera entender con lo mucho que le costaba hablar. Como a este nene, ni la madre le entiende, ¿Cómo puede ser que su mamá no entienda que quiere es un alfajor?

Más si, yo le digo. Total, más que mirarme mal como hacen todos, no va a pasar.

—El Jorgito de chocolate quiere.

Dicho y hecho, la madre me come con la mirada por metida, pero la sonrisa del nene valió la pena. Como la sonrisa de Adrian, si le habré pegado a mis compañeros cuando lo molestaban. Que lio se armó el día que me pescaron pegándole a Mauro por molestar a Adriancito. Menos mal que en eso mi vieja siempre me hizo la segunda. Vaya una por tantas. Mira si me iban a castigar a mí por impartir justicia.

A esta señora habría que castigar que ni gracias me dijo y se fue ofendida. Más le valía comprarle el alfajor, sino se lo compraba yo, para eso trabajo. Si sabré lo que es querer algo y ser invisible. Ahora me dieron ganas de comer un Jorgito de chocolate.

—Sí, buenas tardes. Me darías un cuarto de pan y un Jorgito, como el del nene, de chocolate, por favor. Gracias.

¿Qué será de la vida de Adrian? Mi vieja dijo que se encontró con su mamá y que es todo un hombre. Y si, que va, si yo sola no envejezco. Envejezco… ¡Pará!, habló la anciana.

¿Qué será de la vida de Mauro?, la última vez que lo vi hace mil años en el boliche me quiso levantar. No se imaginaba que la nena que jugaba al futbol con ellos se iba a convertir en tan linda mina. Ni yo me lo creo, pero por algo me quiso levantar, ¿no? A ver si subimos un poquito el autoestima, nena, sino no pasamos las fiestas con este ánimo de cemento.

Que violenta que era. No violenta no, era sensacionalista, o lo sigo siendo, pero con más paciencia. Si supieran que ahora no le podría pegar a nadie. Como cambian las cosas, hoy si me tendría que pelear le terminaría pidiendo disculpas. Si hasta hace cuánto, dos años, no podía ni hablar, menos mal que ahora controlo ese vacío que me dejo ese hijo de su puta madre que si me lo llego a cruzar…

No, no, no, me prometí mantener mi centro, ese ser despreciable ya va a tener su propio castigo. En realidad ya lo tiene, es él, con eso le debe bastar, tener que vivir consigo mismo. No seas mala, esos pensamientos no aportan nada. Si te enamoraste de él por algo fue, ya lo sanaste, dejamos el rencor, si no suma no cuenta, si no hay nada bueno para decir, no digas nada.

¡Huy la puta… el basurero!, me olvidé de sacar la basura, otra vez. Bueno, estaba pensando en basura, podría haber hecho la relación. No, al centro nena, mantén el centro.

Con todo lo que tengo por hacer y yo pensando en huevadas y con unas ganas de mirar esa serie, ¿Cómo se llamaba?, no importa, después busco el nombre en el chat. Igual se podrían dejar de joder de meterle fichas a una serie y dejarme con ganas, como si yo tuviera tiempo para perder.

Perder el tiempo no está bien, tal vez la pausa activa lo sea, no lo sé. ¿Meditar es una pausa activa?

Tendría que meditar más seguido, con lo bien que me hace. Con lo difícil que es mantener el entusiasmo cuando el actuar se vuelve rutina. Siempre me pasa lo mismo, los primeros tres meses me levanto con unas ganas de comerme el mundo, temas nuevos que aprender, gente a la que conocer, surfear obstáculos y de repente, me quedo mirando la pantalla sin mucho por hacer y con ganas de cambio.

Soy lo más inestable que existe. Bueno, no tanto, tampoco tanto, no te trates así, la más extremista por lejos. Soy inestable. pero solo un poco. Más que inestable, soy cambiante, o en realidad es porque me adapto.

Que se yo, estoy cada día más loca. Loca y aburrida. Tal vez en el caos es donde encuentro la paz, en el cambio encuentro mi tabla de estabilidad. ¿Eso está mal? Si, seguro, tendría que dejarme fluir un poco más, esta tención en la espalda me está matando. Bueno, matando, tampoco seas tu madre, hipocondríaca. Pero mal no me vendría relajar un poco.

Eso, relajar tomando mate mirando el rio, o el mar. Necesito ir a pescar. En realidad a hacer todo el ritual de pesca porque después no saco nada, pero que relajante es, como si cuanto más tensa esté la tanza, más relajado está mi cuerpo. Pero tendría que ir a lo de mis viejos a buscar la caña, y la valija. A ver cuando me compro la mía, tendría que agregar eso a la lista de deseos.

Lista de deseos, como si por arte de magia una estrella fugaz lo pudiera materializar. Para qué quiero una caña si voy a pescar cada muerte de obispo. Acarrea solo lo que puedes llevar en tus brazos, viaja liviana, nena, que para pesado está el andar.

Bueno, listo, cuaderno preparado, música de fondo, casa limpia, gatos alimentados, agua caliente, yerba nueva. A ver si se le cae alguna idea a esta cabecita de enamorada de la vida, porque si podría enamorarme de nuevo seguro estaría como boba caminando por todos lados y eso sabemos que no es productivo. Pero como me gustaría que alguien me rompa los esquemas, que me saque la paciencia de lugar. Mejor le entro al chocolate que dicen que cura los males del alma.

Yo podré adaptarme a muchas cosas, pero que le cambien el gusto al alfajor Jorgito de chocolate definitivamente no es una de ellas. Que mal que estamos, ya ni el clásico tiene gusto a infancia. Mejor, me llevo el termo y me voy a tomar mate al parque, capas que subida arriba de un árbol pueda recordar un poco más como se sentía ser libre.